La Manga y una escuela lejana

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Estos días estoy escribiendo unos textos muy variados para distintos temas sobre mi padre. Por un lado, el día 13 de Agosto hubiera sido su cumpleaños, por otro lado el próximo día 12 de Septiembre hará 30 años de su muerte.

Y mi lucha personal para revindicar su nombre, lejos de banalidades, no sujetas a inseguridades y egos poco cultivados, mis luchas personales, van a desear una arquitectura mucho más seria y responsable que una foto “bonita” en una red social.

Creo que la arquitectura es algo más importante, que no podemos permitirnos el lujo, de utilizar el concepto de “usar y tirar” en la arquitectura. Creo que en nada, pero si compramos una camiseta al principio del verano, sabiendo que no llegará a septiembre, bueno, todos lo podemos entender, pero en cómo y de qué manera vivimos, creo que tenemos que aprender a decir NO.

Estos días he podido pasearme también por una Escuela, creada por mi padre, en el Poblado de Hifrensa, en Hospitalet de L´Infant exactamente de la misma época que los proyectos de La Manga.

Gracias a la vida, sigue en uso, siguen educándose y escuchando las voces de los niños en ella, y tanto el Arquitecto responsable de su restauración como varios de los concejales presentes la amaban, porque habían estudiado en ella.

Y algo que me gustó mucho escuchar, cuando paraba yo de hablar, ya me conocéis, es la comparación que hacían sobre otras escuelas o Institutos en los que habían estudiado.

Hasta que no pudieron comparar, no notaron lo bien que habían estado y vivido en ella.
Eso es el triunfo de la buena arquitectura. Que el que la usa, el que la utiliza cotidianamente, la valore, vea y note las diferencias cuando cambia a otra arquitectura.

Además de su belleza, evidentemente subjetiva en mi caso, todo estaba tan pensado, estudiado que incluso, ahora, más de cincuenta años la están restaurando con los mismos criterios básicos, y retocando solo aquello que los materiales más modernos, las luces, o los muebles escolares se cambiaran.

Las aulas tenían y tienen unas ventanas correderas que con el buen tiempo, duplican el espacio para cada clase.

Hay unos lavamanos a la altura media de la edad de los que en ella estudian, para lavarse o poder dibujar con acuarelas, una de las paredes es enteramente una pizarra, y debajo, pasa un pequeño canelón, para recoger los restos de tiza y no ensuciar la clase, en los amplios pasillos, los colgadores a diferentes alturas, con el mismo canalillo para recoger el agua o la suciedad que los niños traigan del exterior, pasillos tan amplios y acristalados, que caminar por ellos, es un paseo muy relajante, todo pensado para hacer la vida de los niños feliz en la escuela.

No hablo sobre esta Escuela Àster, porque sí, a vosotros que estáis a 600 kilómetros, lo pongo como un ejemplo, ahora para mí, mucho más cercano, de una misma época, de un mismo interés en un Club Náutico, en unos Apartamentos, o en unos Bungalows.

Al fin y al cabo, es arquitectura de una misma época y pensada de una misma manera.
Esos detalles de los que siempre hablo, esa empatía entre el arquitecto y el residente o consumidor de esa arquitectura.

Hace poco también vi una foto, con detalle, de una puerta en los descansillos de la Torre Negra.

Se ve el descansillo, las puertas de los apartamentos y las puertas de los ascensores. Los de los apartamentos tienen una sobrepuerta, dejando fijo unos listones de madera para crear corrientes de aire cruzados, entre todos los apartamentos. Era un detalle del cual, o no lo conocí, o lo había ya olvidado. Pero recordé esas charlas con mi padre sobre la circulación del aire, sobre la cultura árabe de enfriar los ambientes, o calentarlos, sobre como aprender de las arquitecturas sin arquitectos, las arquitecturas tradicionales, tan sabias, de utilizar el aire, el agua y el sol como aliados y no como enemigos.

Esa mirada del arquitecto hacia el día a día del habitante de su creación, ese ayudar a mejorar la vida cotidiana, y facilitarle la actividad, pensando en la movilidad, comodidad, y el buen espacio vital del individuo, del niño, del obrero, del trabajador y de la familia tiene que ser el objetivo primero. Si además, todo eso es hermoso y bello, trabajo perfecto. Incluso la ubicación, el terreno donde construyes tiene que ser tu aliado, tienes que dominarlo sin ser su enemigo, adaptarte a él, sacándole de las entrañas todo lo bueno que tenga, todo aquello que la haga única, y que el resultado sea tan “natural” que esa arquitectura ,y esa ubicación parezca la razonable y lógica. Ese es un buen resultado para el trabajo de creación.