La Manga y una carta

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Estando en las fechas que estamos, que por las redes sociales se reciben felicitaciones de personas que no conoces y añoras tener, o atesorar tiempo para llamar a tus ausencias y preguntar simplemente y escuchar, tenemos que reflexionar como nos comunicamos los unos con los otros.

Tenemos muchos más medios, y seguramente, muchos menos recursos buenos de comunicación entre nosotros.

En mi búsqueda personal entre los documentos y papeles de mis padres estoy encontrando verdaderos tesoros, no solo personales, sino de maneras entender la vida, de querer, de estar en el mundo, y sus lugares, muy diferentes y muy interesantes.

Voy a compartir un trocito de una carta personal, entre mi madre y su hermano, y que supongo que no se envió, o que mi madre tuvo el tiempo corregir y enviar otra y esta era solo un borrador.

Esta carta, escrita en el Hotel Galúa el 18 de Agosto de 1972, tenía como destinatario a su amado y añorado hermano, en ese momento, viviendo en México D.F.

Mi madre era diez años mayor que él, nunca o casi nunca desde su infancia o adolescencia quiso el destino que pudieran vivir ni en la misma ciudad, ni siquiera en el mismo país.

Cada uno de ellos, con senderos vitales, con mudanzas biográficas complicadas y muchas maletas y baúles en su haber.

Pero esas cajas de cartas, demuestran la complicidad entre ellos, el tiempo que se tomaban en comunicarse, en pensar el uno en el otro.

Mi madre, educada en el orden meticulosos de mi abuelo, ingeniero metódico la hizo guardar las cartas siempre, en sus sobres, firmarlas, fecharlas, incluso algunas de ellas, pone hasta la hora en que están escritas, con lo cual, ahora son una autentica alhaja de una manera de ser, y de comunicarse. Suelen comenzar de una manera protocolaria clásica, con preguntas de buenos modales y formas correctas en el primer párrafo.

Cómo estás, cómo están tus seres queridos, he leído tu última carta y cómo estoy yo.
Es un párrafo casi obligado entre ellos y muy cómodo de entrar en contacto. Esa es la comodidad de un buen protocolo, preparar el terreno para ubicar al destinatario de tus palabras y ponerlo en situación para explicarle el fondo de lo que realmente quieres comunicar.

A partir de ahí, ves el fondo de la misiva, las imágenes, los pensamientos, frívolos o profundos, de comunicarse dos hermanos, con un océanos entre ellos, vidas diferentes, pero siempre con cariño ,respeto y intenciónes de conversar y compartir el dia a dia entre ellos.

En algunas mi madre relata la cena con amigos de la noche anterior, otras le explica que acaba de llegar de bañarse o caminar por la playa, o que acaba de llevarme a mi a un cumpleaños.

Cosas tan cotidianas, pero que bien escritas, bien relatadas, con la fuerza tremenda de saber que son reales, que son la cotidianidad de la vida que necesitas compartir con la persona que esta tan lejos, pero cerca de tus sentimientos.

Lo curioso, además, es que también ella guardó las que no envió, o los borradores que hizo, y su criterio de guardar todo lo importante, evidentemente, la correspondencia con sus seres queridos, haga que muchas veces yo ahora pueda leer casi por partes iguales, la conversación larga en el tiempo, y no solo las cartas de uno de ellos.

No son telegramas o Twitter que diríamos hoy. Que también los hay, ni notas de Facebook, ni imágenes de un momento, con filtro de Instagram.

Son narraciones ante un paisaje o un momento exacto, pero con el cuidado de una reflexión, de elegir el papel donde vas a escribir, la pluma o el bolígrafo, y el tiempo empleado en hacer todo ese ritual te lleva a ser mucho más rigurosos en tus palabras, en tus explicaciones, y mucho más real que cualquier texto que podamos leer al final de un día habitual nuestro en nuestras vidas tan atropelladas y urgentes por no se sabe que.

He elegido esta en concreto, por su discreción en el párrafo fotografiado, no hay nombres concretos, ni nada que pueda ser indiscreto publicar.

Y la elijo como reflexión, como confrontación a nuestra manera de comunicarnos todos ahora tan poco criterio mucho más en estas fechas.

Esa carta, esta carta de mi madre a su hermano, desde la piscina del Hotel Galúa, un verano de su vida, explicando sus paisajes y sus gentes, su amor por el lugar, a un hermano que jamás había visto en ese momento lo que era La Manga, sus lugares y su día a día, es un acto de amor, de hacerlo participe de su vida, de sus imágenes mucho mas potentes que cualquier fotografía de un instante.

Dichoso lugar que inspiro sus palabras y su cariño
#SoSMarMenor