Año 2006: El Rey, el Parlamento Europeo y un edificio de apartamentos en Playa Paraíso (I)

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Imagen de archivo en 2006 con el cartel anunciando la construcción del edificio en el solar donde ahora se va a erigir la Urbanización Los Flamencos / DLM

De la misma forma que el actual presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, acabó reconociendo sin rubor que priorizaba ciertos contratos de trabajo para la fabricación de armas a los propios Derechos Humanos; la alcaldesa de Cartagena, Ana Belén Castejón, no tuvo reparos tampoco en aceptar que se necesitaba la construcción de algunas urbanizaciones para equilibrar los presupuestos municipales aunque sea el maltrecho Mar Menor el que tenga que sufrir las consecuencias.

Un reciente comunicado de los empresarios reconocía la realidad de los números: “el despegue inmobiliario sostiene los ingresos municipales” afirmaban mientras los técnicos y responsables de la Concejalía de Urbanismo mostraban su satisfacción por haber pasado de 1,3 a 2,2 millones de euros en ingresos por licencia de obra durante el primer trimestre de este año.

Y es en este ajuste presupuestario municipal donde aparece la nueva urbanización “Los Flamencos”, en Playa Paraíso, una enorme mole que a modo de pantalla va a cercar las Salinas de Marchamalo por el extremo oeste al considerarse, la zona, “un núcleo urbano consolidado”.

Esta construcción, junto al hotel de cuatro estrellas en Los Urrutias, conforman los dos proyectos aprobados por el gobierno socialista de Ana Belén Castejón que se salta, literalmente, aquella ingenua moratoria urbanística sobre el Mar Menor que su propio partido aprobó en la Asamblea Regional en 2016.

La mole de Playa Paraíso, un proyecto antiguo

Pero construir un edificio de altura en ese solar de Playa Paraíso, justo cuando el precio de las viviendas a su alrededor se encuentran depreciadas en hasta 50.000 euros con numerosos carteles de “se vende” puestos en sus puertas, no es una ocurrencia de hace unos días.

La idea de ocupar con casas una parcela situada a tan solo 25 metros de la primera de las balsas de las Salinas de Marchamalo se remonta al verano de 2006 cuando una constructora de Madrid (Torrecasa, antigua Construcciones del Mediterráneo) proyectó y le autorizaron la construcción de tres edificios de nueve alturas en esos terrenos que ahora están siendo removidos por Urbincasa.

Vecinos afectados por el enorme impacto que los edificios iban a provocar sobre sus viviendas denunciaron a la constructora advirtiendo, además, que los pisos “irán en una rambla donde existe un paso de agua subterráneo, con el considerable peligro para la edificación de tales dimensiones de obra”, comentó al diario La Verdad el portavoz de los denunciantes, Alejandro Marín.

La prensa inglesa recogió las movilizaciones destinadas a evitar su construcción / DLM

“No se pueden creer que el Ayuntamiento vaya a permitir que se edifique en una zona protegida como son las Salinas de Marchamalo», insistía.

Para los vecinos, los edificios proyectados eliminarán las vistas del Mar Menor a los que viven allí y los que pasen por zonas cercanas. “En caso de que se pudiera hacer la obra fuera de las salinas, deberían hacerla a más de cien metros y detrás de las casas ya existentes. Nunca en primera línea de playa. Indiscutiblemente, la edificación de estos tres bloques de apartamentos de nueve alturas, crea un impacto ambiental de incalculables consecuencias catastróficas para la zona protegida de las salinas”, indicaron los vecinos. Aseguraban que el proyecto vulneraba la Ley de Ordenación del Territorio 4/1992.

“Los edificios quieren levantarse pegados a la última salina, algo que además -según Anse- altera gravemente el entorno visual paisajístico de toda la zona”.

Los propios vecinos, en su mayoría pertenecientes a la antigua colonia inglesa que se asentó en los dúplex de Playa Paraíso y que, paulatinamente, han ido abandonándola, declaraban que la nueva urbanización “cegaba y asfixiaba por el efecto pantalla” sus viviendas. Erigirla impediría la entrada de los vientos de Levante hacia sus casas.

La llamada Residencial Villamar iba a vender apartamentos de 1 y 2 dormitorios por 133.425 euros con jardines y piscina comunitaria.

La gravedad de la construcción, advirtieron los vecinos, se incrementaba con un pequeño detalle que no pasaba desapercibido a los propios residentes de la zona: el terreno es un paso de aguas torrenciales por donde se canaliza el agua en dirección al Mar Menor procedente de la ladera montañosa y donde suele estancarse durante meses favoreciendo la cría y reproducción del sapo corredor (bufo calamita), una de los anfibios protegidos por la normativa vigente.