La varada del cazaminas Turia en La Manga: un accidente por esclarecer

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La Armada Española cuenta con un magnífico historial de ausencia de accidentes con riesgo de la pérdida del buque, lo que demuestra la pericia y excelente adiestramiento de sus dotaciones.

Desde 1954, año en que el dragaminas Guadalete se hundió en el Estrecho de Gibraltar, en medio de un imponente temporal y causando 34 muertos, solo constan incidentes habituales en el desempeño de las labores de sus buques.

El caso del cazaminas Turia (M-34), varado frente a las playas de La Manga durante las operaciones de localización del aparato del comandante Marín, caído al mar el día anterior, deja un misterio que, hasta que no concluya el rescate del buque y la investigación de la Armada, no podremos conocer en su totalidad.

Las casualidades de la vida han hecho que dos buques con la misma misión y el mismo nombre hallan sido noticia frente a las costas de La Manga.

La guerra de minas

Las minas marinas comenzaron a desarrollarse en el siglo XIX, como forma de entorpecer el tráfico marítimo en determinadas zonas de paso o de atacar directamente a buques.

Lo primeros modelos eran rudimentarios barriles cargados de pólvora que contaban con un disparador de chispa (como los fusiles y las pistolas de la época). Estas minas, conocidas entonces como torpedos, eran arrastradas por un pequeño buque y detonadas en las proximidades del objetivo.

En el último cuarto de ese siglo se desarrolló un nuevo y más eficaz tipo de mina, la mina de orinque con espoleta de contacto. Éste era un dispositivo con forma esférica o de pera que, anclado al fondo mediante un cable o cadena (orinque), flotaba semisumergido. El contacto con el casco de un buque, detonaba el explosivo.

En el diseño de este arma tuvo una importante contribución el marino español Joaquín Bustamante y Quevedo.

Estas minas fueron evolucionando y tuvieron un papel muy importante durante los grandes conflictos mundiales del siglo XX.

Una de estas evoluciones fue el desplazamiento de la espoleta de contacto por otra electromagnética. Un buque de casco metálico genera un importante campo magnético que es capaz de detonar una espoleta electromagnética.

Este tipo de espoleta introdujo otro cambio en la mina: su posición más eficaz era justo debajo del buque y no en los costados como ocurría con las minas de orinque. Nació así la mina de fondo.

El objeto de esta mina era detonar cuando el buque pasase por encima. La explosión de la mina produciría entonces una onda expansiva que, en contacto con la quilla del buque, produciría un esfuerzo capaz de quebrar la integridad del casco, con los resultados que son fáciles de imaginar.

Del dragaminas al cazaminas

En cuanto se desarrolla un arma, paralelamente, se diseña su contramedida. Con la aparición de las minas de orinque surgió un nuevo tipo de buque, el dragaminas, capaz de detectar y desactivar este tipo de artefactos.

Los dragaminas son buques de pequeño porte, ya que deben realizar su labor en aguas someras y el calado excesivo podría dificultar su tarea. Su casco es de madera para evitar el generar campos electromagnéticos. Para su trabajo, se largaban dos cables por sendas bandas, en forma de barbas, terminados en paravanes, una especie de boyas que fuerzan a llevar ambos cables en tensión y a una profundidad determinada. Dichos cables llevaban unas zizallas, explosivas o no, encargadas de seccionar el orinque y que afloraban las minas. Las que no explotaban durante la maniobra, eran explosionadas con la artillería del buque.

De este tipo era el dragaminas Turia (M-27/PVA-54/P-54) que, tras completar su vida operativa, fue hundido frente a las costas de La Manga el 2 de agosto de 1999, para servir como arrecife artificial.

El concepto de dragaminas se transformó en cazaminas con la aparición de las minas de fondo. Y las tácticas cambiaron.

Los cazaminas de la serie Segura

Entre 1995 y 2005 entraron en servicio en la Armada Española la primera (y única, hasta ahora) serie de seis cazaminas. Construidos en Cartagena, estos buques cuentan con casco de fibra de vidrio y otras contramedidas para evitar la detonación de las minas. El Turia (M-34), cuarto de la serie, entró en servicio en el año 2000.

Buques muy maniobrables, han demostrado sus capacidades incluso estando integrados en los Standing NATO MIne Countermeasures Group (SNMCMG).

La táctica de caza de minas difiere enormemente de la de sus antecesores. El buque cuenta con diversos sensores (detectores magnéticos y sónares) para determinar la posición en la que se encuentra la mina. Asimismo, cuentan con un ROV (Remote Operated Vehicle), capaz de realizar trabajos de exploración y detección, un torpedo para detonar las minas detectadas y un equipo de buceadores de medidas contraminas capaces de desactivar o detonar las minas.

El ROV, el Pluto Plus, era el equipo que se estaba utilizando para localizar el avión siniestrado cuando se produjo la varada.

Un accidente sin aclarar

Como comentaba al inicio de este artículo, las causas de la varada aún están lejos de esclarecerse.

El trágico accidente del C-101 ocurrido el día anterior llevó a un numeroso grupo de embarcaciones a la zona del desastre, sobre todo con la frustrada esperanza de rescatar al piloto, zona de relativas dimensiones, lo que suele ser poco habitual en este tipo de desastres.

Por otra parte, el temporal de levante, tampoco favorecía la navegabilidad.

A todo esto se une una compleja coordinación entre todos los medios de rescate, tanto civiles como militares.

Quizá una desafortunada maniobra de alguno de los numerosos medios podría haber forzado otra por parte del cazaminas, que acabó varando en evitación de males mayores.

En el momento de redactar estas notas, las labores de rescate del Turia avanzan gracias a la mejora de las condiciones meteorológicas y esperamos que, a la mayor brevedad posible, el buque sea puesto a flote, remolcado a Cartagena y reparado, quedando todo en un susto.