Greenpeace vuelve a recordar los desastres medioambientales que se ciernen sobre el sureste peninsular

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Imagen de archivo de una de las habituales inundaciones de los terrenos de El Vivero a la entrada de La Manga del Mar Menor / JLD

En un pormenorizado informe desglosado por desastres naturales, la organización ecologista Greenpeace ha vuelto a recordar que se espera una subida de entre 10 y 68 centímetros del nivel del mar en las costas españolas que provocará la inundación de buena parte de las zonas bajas costeras especialmente los deltas del Ebro, el Llobregat y La Manga del Mar Menor.

El aumento del nivel del mar también puede favorecer la intrusión de agua marina y la salinización de acuíferos costeros, un problema que se acrecienta con la sobreexplotación de recursos derivados de la urbanización de zonas cercanas al mar, lo que provoca que se requiera una mayor cantidad de agua extraída del subsuelo para abastecimiento.

Además, recuerda el efecto progresivo que tendrá la sequía en zonas del sureste español. Un estudio realizado por un equipo internacional con participación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha demostrado que los árboles más grandes y de mayor altura serán los más vulnerables a la sequía. Superar el límite de 1,5 º C depararía un mayor incremento del calor extremo, lluvias torrenciales y mayor probabilidad de sequías, algo que tendrá un efecto directo sobre la producción de alimentos, sobre todo en zonas sensibles, como el Mediterráneo.

El Mediterráneo español tampoco se librará de las olas de calor «cada vez más frecuentes». Los escenarios futuros barajados por Greenpeace indican que se repetirán cada verano y superarán los récords de temperaturas hasta ahora registrados. En la práctica se está generando un estrés hídrico que mata bosques enteros, incluso de árboles tan recios como las encinas, muchas de las cuales ya tienen hojas rojas, síntoma de su agotamiento y futura muerte.

Desde 1975, la duración de las olas de calor ha ido en aumento en España. En 2015 se sufrió un episodio de 26 días de duración. Si no se reducen las emisiones de gases de efecto invernadero, en el año 2100 podrían durar hasta tres meses.

A medida que aumente la temperatura del mar, algunas especies nativas no podrán sobrevivir y algunas otras invasoras se expandirán.

Según un trabajo liderado por el Instituto de Ciencias del Mar (ICM-CSIC) la combinación del cambio climático y la sobrepesca es un cóctel explosivo que podría provocar una auténtica devastación de la fauna marina.

Pero aún hay más. Los vientos más húmedos y el mar más cálido se traducen en un aumento del riesgo de inundaciones en el Mediterráneo.

Habrá más olas de calor y más veranos calurosos con noches tórridas, así como un aumento de las lluvias torrenciales. Estos fenómenos se agudizan sobre todo por efectos relacionados con la intervención humana, como los cambios de usos del suelo y la ocupación del territorio.

Según el último informe «A Toda Costa», elaborado por Greenpeace y el Observatorio de la Sostenibilidad y publicado en julio de 2018, los ecosistemas costeros contribuyen a la amortiguación de inundaciones. Sin embargo, la expansión del ladrillo en zonas costeras durante los últimos treinta años ha provocado la degradación de los beneficios ambientales que proporciona un litoral en buen estado.

Por último, Greenpeace alerta sobre la desertificación. En julio de 2017, los paleoecólogos Joel Guiot y Wolfgang Cramer anunciaron en la revista Science que en 2090 la península Ibérica podría llegar a ser ser como el Sáhara si se sigue aumentando la temperatura media del planeta.

En ese año las comunidades más secas habrán avanzado desde la esquina sudoriental de la península, y la mitad de la península, dese Alicante hasta Lisboa, habrá sido devorada por el desierto.

Guiot y Cramer advierten que en el próximo siglo surgirán ecosistemas en la cuenca mediterránea que no tienen precedente en esta zona en los últimos 10.000 años. Según los expertos, el 75 % del suelo de la Península es susceptible de sufrir desertificación. De hecho, un 20% del terreno ya se puede considerar desértico.