Europa no quiere un nuevo Mar de Aral

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Resulta muy habitual poner a parir en los foros de internet (adaptación moderna de las antaño ruidosas barras de bar) a los técnicos y políticos de nuestra Comunidad Autónoma cuando prohíben o limitan actividades que deberían servir, en teoría, para promocionar el turismo en La Manga como chiringuitos, fiestas playeras, eventos de masas lúdicos o deportivos.

Pero los políticos nada pueden hacer porque saben que su trabajo consiste en gestionar dinero procedente de las ayudas comunitarias recibidas controlando estas actividades… no por la riqueza que son (in)capaces de generar.

Si queremos recibir dinero de la UE debemos respetar unas condiciones medioambientales muy estrictas pero… ¿Por qué a nosotros sí y a otras zonas turísticas no?

¿Por qué ese interés de los ayuntamientos en coleccionar banderas azules?

Porque el Reino de España se comprometió, hace ya algunos años, a preservar determinados espacios naturales de la Península a cambio de dinero, mucho dinero, y que permite equilibrar algo las maltrechas cuentas de unas zonas que no podrían vivir sin esas ayudas.

La albufera de Valencia, el Delta del Ebro, algunas islas de Mallorca, el Mar Menor… todos estos espacios viven de la preservación de sus espacios naturales, no del crecimiento expansivo de la economía turística como desearía más de un vecino o empresario anclado todavía en el desarrollismo de los setenta y ochenta cuando había “barra libre” para cualquier tropelía medioambiental.

El Mar de Aral inició su desaparición por culpa de una política medioambiental depredadora. En cincuenta años (1960-2010) dejó de existir.
El Mar de Aral inició su desaparición por culpa de una inexistente política medioambiental. En cincuenta años (1960-2010) dejó de existir.

Por ejemplo, las famosas “banderas azules” ¿Por qué ese interés de los ayuntamientos en coleccionar banderas azules? Muy sencillo. Si les garantizamos a la UE unos mínimos de respeto al medioambiente y ciertas condiciones de accesibilidad nos da, a cambio, dinero para su preservación.

Si no de qué se iban a preocupar por las playas unos ayuntamientos sin dinero que siempre han hecho gala de un desprecio absoluto hacia sus extrarradios. Ellos sólo anuncian a bombo y platillo “actuaciones” fuera del casco antiguo cuando reciben subvenciones de la UE o del Estado porque no tienen dinero para más. Son pobres por culpa de una economía regional sumergida que roza el cuarenta por ciento y que les impide tener las cuentas saneadas.

Pero la cosa tiene una mayor enjundia con los chiringuitos.

Los chiringuitos, en estas zonas subvencionadas perfectamente delimitadas por la UE, solo pueden instalarse si se argumenta que cubre una necesidad imprescindible de servicios básicos en la zona y por un periodo limitado de tiempo.

Y La Manga, por ejemplo, tiene más que suficientes servicios a escasos metros de la playa como para que no haga falta la instalación de ningún chiringuito. Si se instalan es porque se realiza una interpretación forzada y torticera de la norma.

En Benidorm o algunas zonas de Almería la normativa proteccionista es más laxa provocando en algunos lugareños de aquí la sana envidia de comprobar cómo allí les dejan hacer cosas que aquí resultan imposibles.

Pero todo es un problema normativo. Sobre el Mar Menor recae una enorme cantidad de leyes proteccionistas que nos garantizan subvenciones a espuertas de la UE y sobre Benidorm no.

Claro que siempre cabe la otra opción: desproteger totalmente la laguna y hacer con ella lo que nos dé la gana.

Basta con echar una ojeada a las condiciones que pone Europa para recibir este nuevo dinero de la ITI para comprobar que los proyectos que se presenten deben respetar escrupulosamente estrictos principios conservacionistas cosa que, al menos, Fomento ha entendido (a costa de muchas broncas desde Europa por lo mal que lo hemos hecho hasta ahora, todo hay que decirlo) en el informe que nos presentó a los lugareños el arquitecto encargado del documento, Enrique Mínguez.

Ahora falta que los vecinos lo entendamos. En el Mar Menor no se puede hacer “lo que sea”, por muy espectacular y mediático que lo pintemos, o nos quedamos sin dinero. Ya no existe la opción del pelotazo que tan bien les fue a unos pocos mezclando ayudas públicas con amigotes y terrenos recalificados.

Y los políticos no paran de advertirlo últimamente cada vez que pueden afirmando que el Turismo en La Manga pasa por modelos de desarrollo y crecimiento sostenible respetuoso con el medioambiente.

Claro que siempre cabe la otra opción y también muy legítima: desproteger totalmente la laguna y hacer con ella lo que nos dé la gana.

Y que la sombra del Mar de Aral sobrevuele nuestra laguna.