Polos opuestos

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banner opiniónEn este mundo que nos ha tocado, en este mundo en el que desarrollamos nuestra vida personal y profesional, es habitual encontrarse con posiciones radicalmente opuestas para una idéntica cuestión.

Política, deportes, espectáculos, tradiciones… pueden ser clarificadores ejemplos de lo distintos que somos, de lo diferentes que llegamos a ser, actuar, pensar, cuando nos posicionamos en unos colores, en unos escudos, en una forma de concebir la vida.

Dentro de las profesiones también existen esas discrepancias, esas diferencias irreconciliables…

Dentro de la profesión veterinaria existe una realidad que jamás debería ser opinable, discutible, una realidad de grado superior que impregna un código deontológico, una línea que ninguno de los que portamos tal estandarte deberíamos jamás abandonar: el veterinario es el máximo valedor de la salud y el bienestar de los animales.

Vivimos en un país de contrastes… en algunos casos contrastes extremos: lo que algunos consideran arte, otros lo definen como maltrato, lo que algunos aplauden como tradición, otros lo tachan de anacrónico…

En esta loca paleta de colores los veterinarios también nos posicionamos desde el más puro y níveo blanco al más lúgubre y oscuro negro.

Veterinarios taurinos versus veterinarios antitaurinos…

¿Cómo habiendo bebido de la misma fuente del saber podemos apreciar tan opuestos sabores? ¿cómo siendo poseedores de la misma titulación, de idénticos conocimientos científicos, unos consideran que un animal no sufre cuando otros afirman que se les está sometiendo a una tortura?

La tauromaquia, la llamada Fiesta Nacional, mantiene enfrentados a los profesionales de la salud animal, esta tradición, este arte, consigue emocionar a unos y amargar a otros.

En la actualidad este espectáculo es legal en la práctica totalidad de nuestro singular país… legal a pesar de que muchos intenten que no lo sea…

Soy veterinario y por ello asumo plenamente mi responsabilidad para proporcionar salud y bienestar a todos aquellos irracionales que dependan directa o indirectamente de mi persona.

Soy veterinario y por ello no soy capaz de comprender que una corrida de toros aporte a los animales que se utilizan para el solaz divertimento de los asistentes salud y bienestar.

Los animales de consumo han de ser aturdidos antes de su muerte… el toro de lidia no…

No han de ser aturdidos porque una parte de la profesión considera que no sufren, que no sienten dolor… argumentan que las Betaendorfinas producidas por el organismo del animal, en el devenir del festejo al que no se le ha invitado y si forzado a asistir, consiguen un milagro analgésico, algunos profesionales defienden encarnizadamente que estas sustancias de producción orgánica anulan cualquier tipo de dolor…

Si esto fuera así ruego encarecidamente a los veterinarios especialistas en toro de lidia, a los que defienden a ultranza esta tradición, que compartan con los responsables de la salud humana estos singulares descubrimientos.

Y lo ruego para intentar erradicar este dolor de cadera que me está matando… porque si las dichosas Betaendorfinas del toro de lidia han conseguido, por la selección y el trabajo ímprobo e incansable de mis compañeros evitar el dolor de la pica, las banderillas y el estoque sobre el cuerpo del animal, tiene que ser sencillo, muy sencillo, transpolar esos beneficios de la evolución genética del toro, al simple y poco evolucionado humano.

El tiempo da la razón, pone a cada uno en su lugar… lo triste es que en esta salida del camino de nuestra deontología, muchos animales seguirán muriendo para el disfrute de unos y la total repulsa de otros.

Allá cada uno con su con ciencia.