El Mar Menor: Política y Ciencia versus Sociedad Civil

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Hace un tiempo ya que el vídeo realizado por la Asociación de Naturalistas del Sureste (Anse): “La sopa verde” se convirtió en viral. En él podía verse el grado de deterioro que había alcanzado la laguna salada, que llegó a perder el 85% del tapiz vegetal bentónico. Desde entonces, la aparente mejoría del Mar Menor ha sido más un herramienta de propaganda política que realidad, dado el empeño de los políticos del Gobierno Regional por destacar las excelencias del estado actual de nuestro maltrecho Mar Menor a los ojos de nuestros visitantes.

A pesar de ello, la realidad es tozuda, tanto como lo es la estupidez de algunos que se empeñan en seguir utilizando unas prácticas perjudiciales para el medio ambiente con continuos aportes de nitratos que todavía hoy día continúan llegando a nuestra Laguna en, al menos, cinco puntos de aforo como puso de manifiesto la asociación Pacto por el Mar Menor a principios de este mes de junio, lo que junto con un nuevo incremento de la concentración de clorofila en la columna de agua en los últimos meses de la primavera ha disparado nuevamente las alarmas de los ciudadanos y empresarios del sector turístico, que pueden ver frustradas sus expectativas de generación de ingresos en la presente temporada si se reproduce la temida eclosión de microorganismos fotosintéticos que reiniciarían el camino hacia la temida sopa verde.

A este respecto, nuestro recién nombrado académico, el profesor Ángel Pérez Ruzafa decía que para la recuperación del Mar Menor serían necesarias décadas y aún así, es muy improbable que volvamos a tener un Mar Menor como el que hemos conocido hace 30 años y apuntaba que “la recuperación de nuestra Laguna depende de que la sociedad lo haga bien”.

Es claro que la sociedad ha de hacerlo bien, pero también parece irrefutable que la recuperación ambiental depende de que “los políticos lo hagan bien”, sobre todo mediante la adopción de medidas urgentes, necesarias y efectivas que conduzcan a la recuperación real del Mar Menor, sin escatimar esfuerzo y consenso político. En este sentido, se hace más necesario que nunca la implementación efectiva de la Ley 1/2018 de Medidas Urgentes para garantizar la sostenibilidad ambiental en el entorno del Mar Menor, independientemente de lo dolorosas que las decisiones adoptadas lo sean para ciertos sectores económicos afectados, ya que, el resultado de la implementación de la Ley supondrá la creación de valor para todos los ciudadanos de esta maravillosa región.

Igualmente, la plena recuperación ambiental del Mar Menor para uso y disfrute de las generaciones actuales y las venideras, pasa por el desarrollo de la futura Ley Integral del Mar Menor que, entre otras cosas, deberá incorporar todas las figuras de protección que afectan nuestra Laguna Salada, además de reconocer ya en la propia exposición de la Ley la realidad del problema y del impacto ambiental que ha sufrido y sufre actualmente la Laguna, basándose en criterios técnicos y científicos, que sin tamices retrate el problema ambiental que algunos sectores económicos pueden estar ocasionando a quien es el sujeto pasivo a proteger: El Mar Menor.

También sería muy recomendable que la nueva Ley apoye a la investigación básica con objeto de mejorar el conocimiento que actualmente se dispone de los sistemas microbiológicos marinos, de tal forma que nos permita comprender cómo son las complejas interacciones de ecología microbiana que se establecen entre los distintos microorganismos y las variables fisicoquímicas que modulan la expresión genética en estas bacterias fotosintéticas que habitan en el Mar Menor. Precisamente, ha sido gracias a los trabajos científicos realizados durante los últimos años, que hoy sabemos que en sistemas lagunares y marinos como el Mar Menor la salinidad regula, en cada momento, las señales tempranas que desencadenan la producción primaria con síntesis de clorofila A por parte de cianobacterias del género Synechococcus, habitante en el Mar Menor y único representante de este tipo de bacterias fotosintéticas en nuestra Laguna Salada, como ya puso de manifiesto en el año 2012 un trabajo realizado por la Universidad de Alicante, a diferencia de lo que ocurre en otras lagunas costeras como es el caso de la Albufera de Valencia, el lago Gatun, el lago Lainer, o en el estuario del Amazonas entre otros, donde allí Synechococcus comparte hábitat con otras cianobacterias, lo que pone de manifiesto, una vez más, la extraordinaria singularidad de nuestro Mar Menor.

Alta singularidad es equivalente a decir alto valor, por ello afrontar de forma decidida el problema que supone la contaminación del Mar Menor debido a los aportes de nitrógeno que continúan llegando a sus aguas, junto con el problema del cambio climático, serán algunos de los retos inmediatos que el nuevo Gobierno Regional habrá de encarar mediante el desarrollo de políticas medioambientales adecuadas, ya que, el futuro económico de la Región de Murcia depende en gran medida del buen estado medioambiental de la Región y de nuestra Laguna Salada, cuyo valor en generación de bienes y servicios en términos nominales para el año 2013 se estimó en más de 43,3 millones de euros/año. Pero sobre todo, la razón de peso para conseguir este objetivo político y social medioambiental es, porque todos nosotros tenemos un compromiso moral y la obligación de trasladar a las generaciones futuras un planeta mejor en el que vivir.