La Navidad Azul

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Fotografía: @unoaisaac_azul

Había un lugar del que todo el mundo hablaba y muchos conocían. En él la Navidad no era blanca, sino azul. Las personas que en él habitaban lo habían elegido por su maravillosa belleza, que activaba los sentidos y atrapaba a las personas como un hada buena.
Un pequeño mar era el responsable de esta Navidad única porque albergaba un secreto. En su interior guardaba un hermoso cofre que un día perdido en el tiempo le entregó Poseidón, el Dios del mar, junto a estas palabras: “Mete en este cofre todo aquello que te dañe y ciérralo muy bien cada vez que incluyas algo. Déjalo salir solo cuando necesites ayuda para sobrevivir. Este cofre que te entrego guarda en el fondo tu corazón azul”.

El Mar Menor brilló feliz porque pensaba que en la maravilla de su creación era tal su belleza, que nadie se atrevería a romperla. Obediente, fue encerrando los diferentes impactos que, aunque no comprendía, sí sentía que le dañaban. Sin embargo, en los últimos 30 años la cantidad de afrentas que introducía no cesaba de crecer. Asustado, se apresuraba a cerrarlo de inmediato, esforzándose en recuperarse y mostrar lo mejor de sí mismo. Cada vez faltaba más espacio y se preguntaba hasta dónde podría soportarlo. Tenía la esperanza de que aquellos seres diminutos como hormigas y poco respetuosos con los ecosistemas, dejarían de hacerle llenar el cofre.

Pero las personas responsables de su cuidado y protección no hacían su trabajo, o bien desconocían cuál era. A la vez, avispados colonizadores ocupaban y asentaban sus fortines económicos sobre sus aguas, en su misma orilla o en kilómetros más alejados pero interconectados por superficie y subsuelo mediante el curso natural del agua, y los hacían crecer sin mirando solo su rendimiento. No les interesaba la belleza del lugar, sino rentabilizarla explotando sus recursos. Aun cuando veían mermar estos recursos base, no minimizaban impactos ni reparaban lo roto. El virus de la ambición, la avaricia, el poder y el desconocimiento los infectó.

Un día, el Mar Menor sintió que el peso de los impactos que guardaba en el cofre oprimía su corazón azul y sus latidos cada vez eran más débiles. Decidió entonces abrirlo en un grito de auxilio audible para quienes lo dañaban. Y entonces el azul se tiñó de medusas, que terminaron desapareciendo. En septiembre de 2015, tras años escuchando voces de investigadores, que eran personas a las que importaba, la apertura del cofre despertó algunas conciencias que junto a él o en su interior habían llorado la pérdida de su universo de vida, conciencias de personas que lo amaban sin interés en explotarlo. Entonces vio una sociedad, que no sectores económicos, apercibida de que el poder de cambiar las cosas estaba en ella.

Tristemente, estas voces también sufrían haciéndose oír porque no hablaban el lenguaje que los productores de impactos querían escuchar. El Mar Menor entonces decidió mostrar sus aguas de color verde y pudo sentir la angustia de las personas cuando lo miraban sin reconocerlo, mientras seguía luchando por él mismo. Y volvió a dar lo mejor de su azul a quienes nunca lo merecieron.

Ya hacía tiempo que había abierto el cofre, pero la balanza estaba desequilibrada porque el platillo de los impactos crecía incesante. El negacionismo y la falta de formación medioambiental estaban fuertemente instalados. Desesperado y herido ante las falsas noticias sobre su recuperación, con la ayuda del ciclo del agua y las lluvias de septiembre, depositó sobre la arena un terrible episodio de muerte masiva; miles de peces y crustáceos muriendo envenenados expresando todo el mal que había contenido en el cofre.

Esta vez los humanos se reunieron para elaborar y aprobar un Decreto Ley que lo protegiese regulando las actividades de impacto. Fue tal la confusión que incluso desde la clase política se intentó hacer creer que sociedad es sinónimo de sectores económicos productivos, esos que presionan para mantener el desarrollo insostenible de hace 3 décadas. Negaban el problema y la responsabilidad tanto los responsables de su tutela como los que impactan. Un juego macabro hacía rodar la pelota de culpa y responsabilidad de un partido político a otro, de un sector productivo a otro. “No tiene que ver el urbanismo con la contaminación del Mar Menor” “La sociedad es la culpable” “¿Qué tiene que ver un agricultor de Pozo Estrecho con la contaminación del Mar Menor?” escuchó decir el pequeño mar mientras intentaba autorregular su vida.

El final de esta historia aún no se ha escrito, pero el lugar de la Navidad Azul aún sigue siendo territorio de pulsos de poder. Un poder tan ficticio como aniquilador. Pidamos esta Nochebuena que las familias marmenorenses veamos regresar nuestra mágica Navidad Azul y que los latidos de nuestro pequeño mar sean tan fuertes como los de un corazón vivo.

2 Comentarios

  1. Muy brillante como siempre Celia! a ver si este bonito cuento de Navidad llega al menos al corazón de los hijos de todos esos desalmados responsables de saturar ese cofre del Mar Menor. Muchas gracias y felices fiestas!