Hay pocos placeres
que se igualen
a sentir la brisa junto al mar.
Me encanta hasta ese viento frío
que te resucita
y te pone en el vértice del universo
en un segundo, en un instante de serena mañana,
que nos acuna
para recomenzar la vida.
Los colores del cielo y de la tierra
parecen tener otra textura
con esa suavidad que esparce
la virtud de lo inefable.
Uno va y regresa a esa infancia
que todo lo explica
desde que tenemos uso de razón.
Pues eso es lo que hago hoy,
superando el umbral de las batallas
y procurando palpar la existencia
en este mar de romanos, fenicios y griegos,
que tanto nos enseñaron.
Ahora dibujo la mañana,
y, en esos primeros esbozos,
siento que, sea sensato o no,
ocurrirá lo que siempre hemos aguardado.
Esta tierra es así:
sorprende y regala lo más preciado:
la felicidad de una brisa.
Juan Tomás Frutos.