Seguir a Cristóbal Colón desde Cabo de Palos a Santo Domingo

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Un momento de la travesía Cabo de Palos – Santo Domingo.
Un momento de la travesía Cabo de Palos – Santo Domingo. / B. REVUELTA

Asomarse al famoso Paseo de la Barra de Cabo de Palos y ver Santo Domingo, en La República Dominicana, está al alcance de muy pocos visionarios. Cruzar el Atlántico es una de las proezas náuticas que todos los amantes del mar sueñan con hacer una vez en la vida y que ahora será posible gracias a una empresa de la zona que ofrece llegar al otro lado del charco. La experiencia de navegar en un velero las 2.800 millas náuticas puede alargarse hasta los treinta días, un viaje que han realizado tres tripulantes de Cabo de Palos de cara a ofertarlo a los amantes de las aventuras.

Cristóbal Colón abrió una ruta comercial hace más de cinco siglo y desde entonces muchos amantes de la navegación lo han querido imitar. Es la aventura atlántica que Francisco Henarejos ha decidido poner en marcha, gracias a una nueva empresa que ofrecerá a los marineros más intrépidos la posibilidad de poder hacer el mismo trayecto bajo su experta supervisión. No hay nada como probarlo tú mismo y por eso junto a él, le acompañó su primo Alejandro Galindo, y un buzo experto de Cabo de Palos, Boris Revuelta, que acaba de llegar de su aventura tras meses de preparación. Aunque el jefe se ha quedado en Santo Domingo hasta mayo, que regresará con el velero a aguas murcianas, su acompañante relata su gran aventura y lo que pueden encontrarse durante el camino.

“La idea surge de Paco de dar el salto, de comprobar si es posible para montar la empresa que lleva pensando desde hace muchos años para hacer este chárter. No hay nadie mejor para hacer el viaje y hemos querido comprobar de primera mano los problemas que pueden surgir cuando lo hagan los clientes. Es toda una aventura”, asegura Boris Revuelta.

Los tres tripulantes viajaron en el velero el Djinn, que además es el mismo nombre de la empresa, un velero con casco de madera y palos de aluminio que mide trece metros de eslora en el que caben tres o cuatro clientes más los tres de la tripulación. Hay cuatro camarotes. La aventura comenzó el 18 de noviembre, con la mar plácida pero el mal tiempo en El Estrecho y tuvieron que atracar en El Yadida, un pueblo de Marruecos ya que no les dieron cobijo en Casablanca. Allí descansaron un día y después los tripulantes hicieron escala en Canarias previo al cruce del océano.

Es una ruta tradicional que hacen más de tres mil embarcaciones cada año ya que se considera la puerta del Atlántico dado que los vientos alisios y las corrientes facilitan la llegada a la otra parte del Atlántico. Después, otros casi quince días más por lo que la aventura puede llegar hasta los treinta a cuarenta días, aunque en función del viento puede reducir el tiempo.

Las salidas se concentran entre octubre y finales de febrero ya que las condiciones climatológicas son mejores para hacer este tipo de viajes, aunque el riesgo de tormenta durante la travesía siempre estará presente. La vuelta, sin más remedio se tiene que hacer en mayo ya que los vientos Alisios no lo permiten en otra época del año. Y es más complicada. La idea es ir en barco y los clientes pueden volver en avión. Boris no destaca demasiados días malos, y asegura que han tenido mucha suerte y que los vientos de El Estrecho han sido los peores al inicio del viaje, pero recuerda una rotura del motor de madrugadas y unas velas rajadas cuyas piezas se cayeron al mar.

El tripulante ya descansa en Cabo de Palos. Asegura que es una de las mejores aventuras de su vida y se siente un afortunado ya que “todo el mundo no hace este tipo de viajes”. A sus 40 años se ha cogido cuatro meses de vacaciones del Centro de Buceo Mangamar, de las que lleva ahorrando mucho tiempo, y se lanzó a la aventura gracias a la experiencia de su amigo Paco. Asegura que es necesario tener conocimientos del mar para hacer la travesía, y dice que hay que ir concienciado de que son 18 a 20 días sin ver tierra. Lectura, fotografía, y horas interminables de charlas es el entretenimiento de los ocupantes.

“Siempre hay cosas que hacer en el barco. Pasamos el tiempo como podemos aunque si se rompe algo a las tres de la mañana, hay que hacerlo. Estamos a diez días de cualquier civilización y debes ir preparado ya no sólo con comida sino con teléfono satélite y otros artilugios de seguridad. Contra los elementos no se puede luchar y hay que estar preparado”, relata el navegante quien asegura que las estrellas o un baño en el Atlántico con el mar en calma son sus mejores recuerdos.